miércoles, 19 de septiembre de 2007

Racionalidad prudencial de Rumbo

RACIONALIDAD PRUDENCIAL.

Algunos conceptos elaborados por la tradición filosófica tienen la virtud de resistir el desgaste del tiempo y volver a cobrar vitalidad en las discusiones del presente. Uno de esos conceptos es el de phrónesis (prudencia), cuya determinación terminológica fue establecida por Aristóteles en los escritos sobre ética. En tiempos de ostensible complejidad e incertidumbre, como los nuestros, es un síntoma destacable del pensamiento actual, la preferencia por el concepto de phrónesis en lugar del concepto más orgulloso de epistéme, para dar cuenta de los desafíos que plantea el conocimiento y la acción.

El interés por el tipo de racionalidad práctica que sugiere la exposición aristotélica de phrónesis que la tradición suele denominar con la fórmula de "racionalidad prudencial" tiene que ver con la fuerte presunción de que este concepto encierra en su significación ética.

La palabra prudencia viene del griego phrónesis y del latín prudentia. La prudencia es el saber que nos enseña cómo nos debemos comportar.

Aristóteles presenta en el siguiente texto de su Ética a Nicómaco el concepto de prudencia y su diferencia con respecto de la ciencia y el arte:

En cuanto a la prudencia, puede formarse de ella una idea, considerando cuáles son los hombres a quienes se honra con el título de prudentes. El rasgo distintivo del hombre prudente es al parecer el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él, no bajo conceptos particulares, como la salud y el vigor del cuerpo, sino las que deben contribuir en general a su virtud y a su felicidad. La prueba es que decimos que son prudentes en tal negocio dado, cuando han calculado bien para conseguir un objeto honroso, y siempre con relación a cosas que no dependen del arte que acabamos de definir. Y así puede decirse en una sola palabra, que el hombre prudente es en general el que sabe deliberar bien. Nadie delibera sobre las cosas que no pueden ser distintas de como son, ni sobre las cosas que el hombre no puede hacer. Por consiguiente, si la ciencia es susceptible de demostración, y si la demostración no se aplica a cosas cuyos principios puedan ser de otra manera de como son, pudiendo ser todas las cosas de que aquí se trata también distintas, y no siendo posible la deliberación sobre cosas cuya existencia sea necesaria, se sigue de aquí que la prudencia no pertenece ni a la ciencia ni al arte.

JOSE MANUEL RUMBO LEYVA.

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