viernes, 6 de marzo de 2009

La cultura actual y la gran ciudad- Lectura de tarea

La Cultura Actual y la Gran Ciudad

José María Mardones

Existe un fuerte vínculo entre la cultura actual y la gran ciudad: la cultura actual es urbanita, crece y se desarrolla mirando hacia la ciudad. Incluso podemos decir que la ciudad actual es un reflejo y hasta un símbolo de la Modernidad tardía de esta globalización neoliberal en la que nos encontramos.

Pretendo mirar la cultura y la sociedad actual con este sesgo hacia la gran ciudad. Mi mirada está situada y condicionada por mi ubicación hispano-europea; siempre hay una cierta hermenéutica geográfica inevitable. Con estos condicionamientos miro hacia Latinoamérica. No hace falta decir que toda generalización socio-cultural es un intento por captar algo acerca de las tendencias actuales que empujan nuestra sociedad y cultura, siempre mucho más rica, plural y compleja, que lo cualquier esquema , como el que aquí se presenta, pueda ofrecer.

1. La fascinación de la ciudad.

La ciudad moderna, especialmente la gran ciudad, aparece ante los ojos de la inmensa mayoría como el lugar de la conjunción y realización de todo lo que promete la sociedad moderna actual, la sociedad y cultura. Decir sociedad y cultura moderna y decir ciudad es casi equivalente. En la ciudad está la modernidad, la tardo-modernidad o postmodernidad; si no está ahí no se halla en ningún sitio. De ahí que la ciudad se muestre con la fascinación numinosa y terrible de lo sacro. En ella está el atractivo y también el peligro de nuestra sociedad y cultura.

1.1. El lugar de las oportunidades.

La gran ciudad es el lugar donde, se dice, las posibilidades son ilimitadas. Aparece -sobre todo a los ojos o impresión psicológica del que procede del medio rural o de la pequeña ciudad- como el lugar de las inmensas posibilidades. La gran ciudad reúne comercio e industria, enseñanza y ocio, espectáculos y servicios, desde sus grandes anuncios parece ofrecer a todos, especialmente al recién llegado, la ocupación, el trabajo o el disfrute que le es negado o escasea en otros ámbitos menores o rurales.

Ser el lugar de las posibilidades equivale también a decir que la ciudad aparece como el lugar de la realización personal y colectiva. El lugar para ser hoy y para realizarse como persona en la sociedad actual.

Lo que a menudo se oculta tras esta primera fascinación de la ciudad como lugar que reúne prácticamente todo lo que se puede desear para ser, es que sólo unos pocos lo alcanzan. La mayoría tiene que pagar un alto precio de renuncia, soledad, disciplina, dureza de vida y, frecuentemente, de exclusión social.


1.2. El ámbito de la libertad irrestricta.

La ciudad fascina, especialmente al joven, porque aparece como el lugar por antonomasia de la libertad, entendida como no control y amplitud de movimientos. Aquí se pierde el control social tradicional del vecindario o barrio. Especialmente en los grandes condominios actuales predomina el anonimato. Nadie parece tener rasgos definidos para los demás. Cada cual puede hacer de su vida personal lo que quiere. La vida personal se privatiza. La sensación de libertad irrestricta es grande, sobre todo, para quien ha vivido "protegido", "vigilado", por el círculo familiar o del medio rural. Los comportamientos se pueden mostrar más desinhibidos y "libres", es decir, en público, precisamente porque no rige el control social tradicional. En estas circunstancias el individuo puede ser más el mismo, pero también naufragar más fácilmente ante los reclamos de los comportamientos masivos.

De nuevo, la otra cara de la moneda de esta "privatización de la vida" es la fuerte institucionalización de la vida social y de trabajo, mucho más reglamentada y dura que la rural o tradicional, y el anonimato y abandono que puede sentir el "individuo en medio de la masa".

1.3. La ciudad "sociedad de sensaciones".

G.Schulze ha denominado a nuestra sociedad actual "sociedad de sensaciones", es decir, lugar donde los individuos viven en medio de un haz de degustaciones de vivencias que golpean incansablemente su paladar vital. La cultura de los "medios de comunicación de masas", de la "sociedad de la información" y del espectáculo, ofrecen modas, gustos y sabores que uniforman nuestro mundo en una suerte de globalización cultural. Es una cultura de tono juvenil y trivial, hecha alrededor de divos y canciones, "hit-parades", "blue jeans" y hamburguesas, modas de usar y tirar. Una auténtica "Mcdonaldización " de la cultura que se visualiza y tiene su lugar de representación más claro en la gran ciudad.

La mayoría de la juventud -con estratos y participación diversa en cantidad y cualidad- está presa de este tipo de "cultura". Favorece las sensaciones más que la reflexión; crea una suerte de individuo acostumbrado a la visualización o percepción sensitiva y emocional de las cosas. La rapidez y cambio- o variaciones sobre lo mismo- de divos, canciones, modas, etc. crea la sensación de que estamos ante la novedad inagotable de las cosas. Se ha llegado a decir (K. Lehmann), que estamos por primera vez ante la posibilidad de ahogar la insatisfacción inherente a la condición humana en la perspectiva de la degustación indefinida e inacabable de novedades. Una verdadera revolución antropológica y alternativa a la religión mediante lo que podemos denominar una "estetización presentista"; una "religiosización secular", consumista, que adopta versiones elitistas en las clases altas e imitaciones en las más bajas, pero que produce por doquier desideologización y escapismo existencial en el consumismo de sensaciones y juega peligrosamente con la vida en el experimentalismo con la droga.

Más claro aparece, con todo, que esta cultura típica de la sociedad actual y de la globalización cultural, roba la capacidad de reflexión y de distancia que posibilitan la crítica, el discernimiento y la asimilación personalizada. No hay tiempo para el discernimiento, se vive presa del alud de sensaciones y del torrente de emociones y novedades. Desde este punto de vista este tipo de cultura de consumo de sensaciones es radicalmente "in-trascendendente", es decir, idólatra, en el sentido de que las cosas quedan en el juego de los espejos de las imágenes de la inmanencia, sin permitir que pasen o caigan más allá de sí mismas.

Desde este punto de vista la cultura de "la sociedad de sensaciones" que predomina en la ciudad es poco propicia para la profundización humana, consiguientemente para la religión, y predispone a un tipo de religiosidad muy centrada en el individuo y de la degustación de lo sagrado.


1.4. El "centro comercial" como metáfora
de la sociedad y de la ciudad actual.

Si hay una imagen que sintetice la "sociedad de sensaciones" y que ofrezca una especie de espejo reducido de la fascinación de la gran ciudad es "el gran centro comercial": desde la exhibición de objetos, productos, símbolo de la sociedad capitalista y del consumismo actual, hasta la implícita exaltación del "tener" como realización de la persona, todo nos indica que estamos en el corazón del sistema.

Aquí, además, se realiza la libertad del individuo en su grado máximo: "elija, la vida es elección" (consumista), parece decírsenos. El estamos "condenados a la libertad" sartriano se ha trocado por el estamos condenados o tenemos la libertad de elegir/ consumir lo que queramos. La elección consumista de objetos, según algunos estudiosos, como Z. Bauman, está pasando a ser el modelo o paradigma de un comportamiento más general que se instala en el corazón y la cabeza. La moral y el pensamiento, parece sugerirse, es cuestión de elección en el mercado inmenso de sensaciones o posibilidades de esta vida. El individuo elige, él determina desde su gusto lo que le conviene o desea. El consumismo elevado desde estilo de vida a criterio de vida.

Este estilo de vida consumista que expande el "Centro comercial" alcanza no sólo a las clases medias y altas, las consumidoras por definición, sino también a las clases populares y aún desposeídas, que sienten la fascinación y atracción de este estilo de vida y son contaminadas por él. Lo cual conduce a una serie de tensiones e incluso a la búsqueda ilícita de los medios para alcanzar lo que la sociedad les niega por los medios ordinarios. La criminalidad de las grandes ciudades tiene este trasfondo de enorme desigualdad ante las presuntas posibilidades de posesión y consumo que ofrece la ciudad y que se exhibe "impúdicamente" en los Grandes Centros Comerciales, como al alcance de todos.

1.5. El lugar del pluralismo.

Pasear por una gran ciudad es percatarse inmediatamente de la pluralidad de individuos, comportamientos y formas de vida. Lo variopinto de la especie humana se advierte en la gran ciudad. La gran ciudad es el espacio del pluralismo, uno de los rasgos más característicos de la sociedad y cultura actuales. La llamada "cultura copulativa" o de la "y" (Kandinsky) se visualiza en la gran ciudad: coexisten no sólo diversos estilos y formas de vida, sino diversos estadios culturales, pre-modernos o culturas tradicionales, modernos o culturas industriales o incipientemente industriales y postmodernos o formas de vida novísimas.

Aquí se palpa la pérdida de uniformidad cultural de la sociedad moderna tardía. No solo los modos de vestir y las formas de comportarse son varias, sino que los imaginarios son totalmente diferentes. Esta situación facilita la tolerancia de hecho hasta el límite de la hipertolerancia o el prescindir del otro. Un caldo de cultivo para el pluralismo ideológico, cosmovisional y moral que, de hecho, alberga la gran ciudad. Finalmente, lo que es un hecho se presenta y justifica como algo deseable y un derecho fundamento de la democracia: la posibilidad del individuo actual de elegir su propia biografía entre las diversas orientaciones posibles.

El pluralismo percibido y vivido en la ciudad prepara también el sesgo relativista que posee la cultura de la tardomodernidad o postmodernidad. Ante el pluralismo de creencias, visiones, comportamientos, surge la pregunta más o menos explícita ¿Qué es lo objetivo o verdadero? ¿Dónde está? Y la inclinación hacia un suave subjetivismo típico de este momento y de la "sociedad de sensaciones" se hace tendencia predominante. Con naturalidad -sin necesidad de planteamientos filosóficos- el joven y adolescente de nuestras grandes ciudades son relativistas ideológicos y morales. Una especie de escepticismo generalizado frente a las grandes palabras y propuestas crece en este tipo de cultura postmoderna de la gran ciudad. Los llamados "grandes relatos" o visiones pierden fuerza y validez y son sustituidos por visiones de "bricolaje" temporales y rescindibles en cualquier momento. El pluralismo cultural que alimenta el relativismo y el consumismo de sensaciones conduce peligrosamente hacia un escepticismo a-ideológico y descomprometido.

Y comprendemos que, en esta atmósfera cultural, se preparen las contra-reacciones. No todos los individuos viven a gusto y satisfechos en el relativismo y el experimentalismo vital; no todos, están a gusto en medio de la "libertad" de opciones. Algunos experimentan la "sobrecarga de la elección" y quieren que se les den orientaciones y soluciones. Estamos ante la preparación de tendencias reactivas por parte de los mayores y de los mismos jóvenes que ansian más "paz" y "tranquilidad interior", más seguridad existencial. Las tendencias religiosas neotradicionales y aún los sectarismos fundamentalistas se alimentan reactivamente de esta situación. La sociedad postmoderna es también la sociedad del neotradicionalismo y el fundamentalismo. Y la sociedad de la tolerancia es al mismo tiempo la sociedad de la intolerancia, la xenofobia y los exclusivismos. Estamos ante la mezcla de elementos presuntamente opuestos polarmente, de los que se pueden encontrar fácilmente ejemplos en las sociedades latinoamericanas y europeas.

Otro problema que surge en las grandes ciudades de la cultura pluralista es la sensación de pérdida de identidad y el desarraigo experimentado por los emigrantes y recién llegados a la ciudad. El anonimato y la "libertad irrestricta" se trueca desvalimiento y pérdida de orientación hasta el grado de turbar su identidad personal. El individuo entra en crisis y tiene que reelaborar su identidad. La gran ciudad impulsa hacia la reconstrucción de la identidad de una forma más compleja y compuesta. De otro modo, surgirán las estrategias de defensa que conocemos: la búsqueda de los afines, de la misma región o nacionalidad, la creación de grupos que recuperan en las grandes ciudades sus costumbres ancestrales o bien tradicionales, o el refugio en comunidades-hogar que les den calor y protección aunque sea al precio de su libertad. Los jóvenes se reúnen en bandas o "tribus urbanas" - neotribalismo- marcando con signos de vestir, tatuajes, estilo de peinado, referencias futbolísticas o musicales, etc., unas señas de identidad que quieren ser "propias" y distintivas.

El sectarismo nace en este clima y engorda ante el desvalimiento y la crisis de identidad de los individuos. También las iglesias de los barrios pueden y deben ejercer, como las "parroquias flotantes o sin limitación geográfica" de determinados grupos de emigrantes, la función de agrupamiento, comunidad, protección, orientación y calor que necesita el individuo ante la dureza y frialdad de la gran ciudad.

1.6. La gran ciudad lugar actual
donde se visibiliza la exclusión social.

Ya hemos efectuado breves indicaciones en los apartados anteriores acerca del "revés de la trama" que supone todo hecho social y cultural. La gran ciudad fascina pero también repele o muestra su faz terrible y repulsiva, inhumana y bárbara. El creyente en Jesús de Nazaret debe ser muy sensible precisamente a este rastro o detritus de sufrimiento e inhumanidad que provoca toda presunta obra humana, aunque venga vestida con los ropajes de la civilización. La barbarie está en el corazón mismo de toda empresa cultural y social, dada la irrebasable ambivalencia de todo lo humano.

La gran ciudad es hoy el escaparate donde podemos ver más claramente la miseria humana y , sin duda, las consecuencias "no deseadas", "colaterales", "incontroladas e imprevisibles" del tipo de sociedad y cultura que estamos construyendo.

Latinoamérica muestra para el visitante europeo una configuración urbana llamativa: por una parte está la maravilla de la ciudad colonial, las impresionantes y modernísimas avenidas de la expansión moderna o las lujosísimas mansiones de los colonias especiales, por otra, contrasta la enorme extensión de las zonas muy populares de los recién llegados, de los asentamientos en los extrarradios de la ciudad o en los lugares más inverosímiles dentro de la propia ciudad. Diríamos que la distribución y ubicación del espacio cumple lo que la sociología urbana ha dicho repetidamente, que expresa y manifiesta las diferencias sociales y hasta la exclusión social en la que viven muchos de los habitantes de las grandes ciudades. La gran ciudad revela plásticamente las enormes desigualdades sociales de este mundo. Queda puesto de manifiesto que esta sociedad en la que vivimos crea no sólo integración sino exclusión social A veces he escuchado que si R. Dahrendorf calcula alrededor de un 15% de "excluidos sociales" en las sociedades del llamado primer Mundo, habría que contar con al menos un 40% de excluidos sociales o cercanos a ello en Latinoamérica.

Más aún, la pobreza del excluido social de la gran ciudad tiene rostro y nombre femenino. Es una mujer que vive sola, a veces hasta enferma, y al frente de un "hogar" con varios hijos que tiene que sostener. La exclusión social penaliza más a la mujer.

-- Juan José Belmonte Torres


2 comentarios:

Nenufa dijo...

Maestro mi comentario esta algo extenso, se lo mando por aqui o al correo????
ATTE Rosario

Nenufa dijo...

Mi comentario esta algo extenso, aun así se lo mando???

ATTE Rosario